Un peregrino gallego hizo noche en la ciudad de Barcelos (localidad a 60 kilómetros la norte de Oporto) en dirección a Santiago de Compostela, por la mañana fue acusado de robar y le condenaron a la horca. Pasó allí la noche y se alojó en una posada, donde la posadera se enamoró de él, pero como no era correspondida, decidió vengarse metiendo en su equipaje unos objetos para que lo acusaran de robarlos.
Su última voluntad antes de morir fue ver al juez, que en ese momento estaba comiendo un gallo asado.
El condenado dijo que como prueba de su inocencia el gallo se levantaría y se pondría a cantar, pero eso no pasó en ese momento.
Sí ocurrió cuando iba a ser ahorcado. El juez, al verlo, salió corriendo con la intención de salvarlo pero llegaba tarde... Aunque el acusado finalmente no murió porque el nudo de la horca estaba mal hecho.
Volvío años después al pueblo para esculpir el gallo que se ha convertido en todo un símbolo del país.
En el museo de Barcelos hay esculpida en piedra la Leyenda Crucero de O Senhor do Galo que es del siglo XIV.